En los motores diésel se instalan filtros de partículas en el tracto de escape para reducir las emisiones de hollín. El filtro de partículas diésel (DPF) retiene las partículas sólidas que no se queman por completo en el motor. Estas nanopartículas, cuyo tamaño se ha reducido, son muy perjudiciales para el ser humano y el medio ambiente. El interior del filtro de partículas de hollín consiste en un filtro de cerámica con muchos pequeños canales. Esos canales con paredes porosas se cierran alternadamente y se dividen en canales de entrada y de salida. Los gases de escape fluyen a través de las paredes del filtro y las partículas de hollín quedan depositadas en las paredes del filtro. Las paredes porosas producen un buen efecto de filtración y un alto grado de separación. Debido al creciente número de partículas de hollín acumuladas, aumenta la contrapresión en el sistema de escape. El grado de carga o la resistencia al flujo del filtro de partículas es supervisado por la unidad de control del motor. Un sensor de presión diferencial registra los datos delante y detrás del filtro de partículas y transmite esa información a la unidad de control del motor. Si la diferencia de presión supera un determinado valor, la unidad de control inicia una regeneración para quemar las partículas.
Para que las partículas de hollín se quemen, la temperatura de los gases de escape en el filtro de partículas debe elevarse a 600 - 650 °C. Para ello, la gestión del motor realiza una inyección de combustible adicional o una inyección posterior durante la regeneración activa, lo que provoca un aumento de la temperatura de los gases de escape.
Dependiendo del vehículo y del sistema, la regeneración puede realizarse cada 400-700 km.
Para evitar rangos de temperatura superiores a los 700 °C, la temperatura se supervisa mediante un sensor de temperatura de los gases de escape ubicado delante del filtro de partículas.
Las cenizas producidas durante la regeneración no son eliminadas completamente por el flujo de gases de combustión y, por tanto, se acumulan en el filtro. Esto puede provocar que el filtro se obstruya y que sea necesario limpiarlo o sustituirlo. De ello resultan los intervalos de cambio del filtro, por ejemplo, cada 120 000 km.